El Joven y el viejo...
La juventud es un estado mental, y así existen ancianos jóvenes y jóvenes que ya son viejos. Para los primeros es preferible vivir intensamente la juventud que una larga y aburrida vida hacia la vejez.
Quien es joven disfruta el riesgo; su naturaleza es audaz y se atreve a todo con un solo objetivo: "triunfar". Quien ya es viejo todo lo calcula y vive en "la parálisis del análisis": el equilibrio lo ha confundido con cobardía y su máxima aspiración es vivir sin problemas.
El joven sueña con los ojos abiertos; el futuro es su universo y todos los días saluda al amanecer con una sonrisa de confianza.
El viejo, si no le duele algo, cree que ya murió; día a día arrastra su existencia esperando con ansias que vuelva a anochecer.
El joven todo lo anhela; sus deseos marcan sus aspiraciones; su naturaleza rebosa entusiasmo y sus ambiciones no tienen fronteras.
El viejo no espera nada del futuro, y su única aspiración es finalmente morir en paz, siendo su ambición máxima vivir sus últimos días con tranquilidad.
El joven tiene prisa por vivir, por lo que no deja pasar ninguna oportunidad. En su capacidad de asombro está su grandeza, y se absorbe apasionadamente en el presente.
El viejo va al pasito, pues está convencido de que más vale paso que dure que entregarse al frenesí de vivir; el pasado es su mejor presente y su pasatiempo favorito es dramatizar el futuro.
El viejo duerme su sueño.
El joven sueña despierto.
El viejo vive en los problemas.
El joven enfrenta desafíos.
El viejo critica.
El joven construye.
El viejo es un avaro instalado en la seguridad.
El joven lo arriesga todo.
El viejo se conforma con lo posible.
El joven tiene fe en alcanzar sus estrellas.
El viejo aspira a morir con tranquilidad.
El joven está dispuesto a morir por un ideal.
Jóvenes son quienes están dispuestos a ser protagonistas de la historia y no simples espectadores; son quienes están convencidos de que su trascendencia quedará por siempre en la genética de la humanidad.
Jóvenes de espíritu son aquellos capaces de decir sí al amor y aceptar el extraordinario compromiso de ser colaboradores en la creación de Dios.
*MAC
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La juventud es un estado mental, y así existen ancianos jóvenes y jóvenes que ya son viejos. Para los primeros es preferible vivir intensamente la juventud que una larga y aburrida vida hacia la vejez.
Quien es joven disfruta el riesgo; su naturaleza es audaz y se atreve a todo con un solo objetivo: "triunfar". Quien ya es viejo todo lo calcula y vive en "la parálisis del análisis": el equilibrio lo ha confundido con cobardía y su máxima aspiración es vivir sin problemas.
El joven sueña con los ojos abiertos; el futuro es su universo y todos los días saluda al amanecer con una sonrisa de confianza.
El viejo, si no le duele algo, cree que ya murió; día a día arrastra su existencia esperando con ansias que vuelva a anochecer.
El joven todo lo anhela; sus deseos marcan sus aspiraciones; su naturaleza rebosa entusiasmo y sus ambiciones no tienen fronteras.
El viejo no espera nada del futuro, y su única aspiración es finalmente morir en paz, siendo su ambición máxima vivir sus últimos días con tranquilidad.
El joven tiene prisa por vivir, por lo que no deja pasar ninguna oportunidad. En su capacidad de asombro está su grandeza, y se absorbe apasionadamente en el presente.
El viejo va al pasito, pues está convencido de que más vale paso que dure que entregarse al frenesí de vivir; el pasado es su mejor presente y su pasatiempo favorito es dramatizar el futuro.
El viejo duerme su sueño.
El joven sueña despierto.
El viejo vive en los problemas.
El joven enfrenta desafíos.
El viejo critica.
El joven construye.
El viejo es un avaro instalado en la seguridad.
El joven lo arriesga todo.
El viejo se conforma con lo posible.
El joven tiene fe en alcanzar sus estrellas.
El viejo aspira a morir con tranquilidad.
El joven está dispuesto a morir por un ideal.
Jóvenes son quienes están dispuestos a ser protagonistas de la historia y no simples espectadores; son quienes están convencidos de que su trascendencia quedará por siempre en la genética de la humanidad.
Jóvenes de espíritu son aquellos capaces de decir sí al amor y aceptar el extraordinario compromiso de ser colaboradores en la creación de Dios.
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